Para nadie es un secreto que
lo gratis no está en peligro de extinción. Durante los últimos
meses hemos podido observar como más y más voces se vuelven en contra del
software gratis, de las startups cuyo modelo de negocio principal (si es que
podemos llamarlo así) es ofrecer un producto o servicio gratuito a los
usuarios. El último gran caso, fue el relacionado con Instagram y, cómo no, todos
hemos escuchado la dichosa frase de “no sé por qué no cobran por lo que hacen,
yo pagaría contento para que no utilicen mis datos para ofrecer publicidad”.
Vuelvo y repito lo gratis no está
en peligro de extinción, pero esta vez se los menciono, no como pregunta, sino
como una cruel realidad, en el papel de lo gratis, destacamos que la razón
principal por la que muchos servicios como Google, Blogger, YouTube, Twitter,
Facebook, Instagram, Tumblr o SoundCloud han tenido éxito en los últimos 10
años se debe a una idea fundamental, y es su acceso gratuito. Aun siendo cierto
que ser gratis no es una condición suficiente para el éxito global,
probablemente sí sea necesaria en la era digital y en el Internet de consumo
que conocemos hoy en día.
En internet todo lo queremos
gratis, los usuarios quieren software gratis sin ningún tipo de restricción,
por eso que muchos servicios son tan, pero tan famosos. Si los servicios
mencionados anteriormente no fuesen gratis desde sus inicios, probablemente
jamás habrían conseguido una masa de usuarios crítica ni ningún tipo de
tracción. Nunca habrían alcanzado sus actuales dimensiones. Ser
gratis abrió, abre y abrirá las puertas a un número gigantesco de usuarios,
otorgándole a muchas compañías un valor democratizador intrínseco, al acercar
una serie de productos y servicios al público en general.
No hay nada malo en ofrecer algo
gratis en Internet. Pero los usuarios también deben ser consecuentes
y entender que cosas totalmente gratuitas en este mundo hay muy pocas, y que en
determinados casos la moneda de pago es nuestra información, nuestros datos,
nuestro comportamiento, como lo dijo una vez el Presidente de Chile, Sebastián
Piñera, “Alguien debe pagar, lo gratis no es bueno”, cuando se refería a la
educación de su país. Una vez entendida esa situación es una cuestión personal
el determinar si realmente vale la pena realizar dicho intercambio, datos
personales (no identificables muchas veces) a cambio de un producto o servicio
gratuito que nos aporta un valor concreto.
Fred Wilson, uno de los
inversores más importantes en empresas de la era social a través de Union
Square Ventures, ha defendido en varias ocasiones este tipo de modelos, el cual
en el 2006 le dio
el nombre de, freemium.
Todo lo expuesto anteriormente no
implica que los modelos de pago o acceso restringido estén destinados a desaparecer
o a no conseguir un éxito de tales características. Afirmar tal cosa sería una
locura. Software de pago que proporcione un valor añadido fácilmente
identificable alcanzará el equilibrio de una forma más rápida. Equilibrio
que, por otro lado, suele asociarse a la idea de rentabilidad monetaria y que,
a su vez, es término normalmente mal relacionado con la idea de productos y
servicios gratuitos. Un argumento utilizado en multitud de
ocasiones para atacar los cimientos de empresas con modelos gratis y freemium,
ya que éstas tardarán años en alcanzar la rentabilidad.
La rentabilidad en Internet
está, en parte, sobredimensionada. No tanto el hecho de
alcanzarla, si no el propio concepto y el proceso necesario para llegar a ella.
Alcanzar la rentabilidad no es una meta en el corto plazo. O mejor dicho, no
alcanzar la rentabilidad en el corto plazo no implica que seas un patán o que
tu empresa no esté caminando en el sentido correcto. Somos expertos en querer
matar ideas o empresas antes de que su momento haya llegado.
Ante la falta de argumentos de
peso muchos acuden a conceptos como la rentabilidad para criticar a empresas
con un modelo gratuito. En un país que disfruta criticando ideas ajenas quizás
nos haríamos un favor si nos parásemos a analizar lo que empresas como Twitter,
Instagram, Tumblr o Spotify han aportado a la sociedad y al Internet de consumo
en general. Estas empresas nunca podrían haber alcanzado sus dimensiones
actuales si no fuesen gratuitas desde el primer momento. De la misma manera que
no habrían alcanzado tal tamaño si su principal preocupación en sus dos
primeros años de vida hubiese sido la de alcanzar la rentabilidad.
No tengamos prejuicios hacia
empresas cuya existencia gira en torno al concepto de lo gratis y la
democratización de productos y servicios. Critiquémoslos todo lo necesario para
intentar que respeten al máximo la privacidad y los derechos de los usuarios,
pero hagámoslo dándonos cuenta de que lo gratis ha funcionado y funcionará, y
proporciona un valor añadido para la sociedad difícil de calcular. No
matemos lo gratis, dejamos que viva, crezca, evolucione y alcance poco a poco
su propio equilibrio, su propia rentabilidad.